Santificado sea tu nombre (I)
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. (Mateo 6:9)
En el tema de la oración modelo que meditamos, observamos
que ésta inicia con el reconocimiento de la PATERNIDAD de Dios, “Padre nuestro”
y que el propósito de la misma es la exaltación de Dios, así como la
manifestación de su majestad y voluntad soberana. La oración es siempre y sobre
cualquier otra cosa, un reconocimiento de la gloria majestuosa de Dios y un
acto de sumisión a la misma.
Nuestro Señor Jesucristo continúa su enseñanza con la expresión santificado sea tu nombre, mostrándonos el lugar de preferencia, primacía y honor que nuestro Dios tiene en la oración. Dios tiene la prioridad en todo. Santificado sea tu nombre es la primera petición que se hace y ésta es a favor de Dios antes que lleguemos a pedir por nosotros. La segunda petición es: venga tu reino y la tercera petición que se hace a favor de Dios es hágase tu voluntad. Por consiguiente, cuando pedimos que Su nombre sea santificado estamos colocando a Dios en un lugar preeminente y de preferencia en nuestras vidas. Por esta causa es que las primeras tres peticiones que se hacen en la oración modelo se enfocan en Él, en su voluntad y no en nuestros deseos o pensamientos.
Para tener una comprensión clara de la sublime expresión santificado sea tu
nombre, consideraremos primero el significado que los israelitas concedían al
término nombre. Luego, en una posterior entrega meditaremos acerca del significado del término santificado.
En general, para nuestra cultura el nombre de una persona
no tiene mayor relevancia, sin embargo, para ellos, el vocablo nombre no se
limitaba a un título sino a la expresión y totalidad de la personalidad, de
manera que un cambio de nombre indicaba un cambio de carácter (Gn 27:36, 32:28)
o de posición (2 R. 23:34). En este
sentido, el nombre señalaba atributos tanto atributos positivos como justicia, fidelidad, fama y gloria, o negativos como usurpador o engañador.
Para los hebreos el nombre de Dios era de suma importancia por lo que representaba y reconocerlo implicaba un acto de fe en Él. Debido a esto, la actitud que tuvieron en el AT de ver y percibir el nombre de Dios era muy sagrado; pero con el tiempo terminaron preocupándose más en no pronunciar el nombre de Dios que en obedecer sus preceptos, distorsionando así sus verdades. En otras palabras, los judíos quisieron mantener el nombre de Dios sagrado y respetable, pero lamentablemente se limitaron a las letras de su nombre y no a la persona ni a la voluntad de Dios. Qué engaño tan grande de sus mentes, mientras cuidaban de no pronunciar Su nombre, constantemente desobedecían la voluntad y el Ser de Dios.
1 Samuel 18:30 nos ilustra el concepto del nombre. En
este pasaje se narra la historia de los éxitos de David en sus guerras contra
los filisteos. Por tal motivo, el nombre de David llegó a ser muy famoso y
tenía una mejor reputación que todos los siervos de Saúl, pues era más sabio y
reconocido, no por sus letras sino por sus hechos y hazañas. De tal manera que
su nombre era más estimado. Por lo anterior, el concepto del nombre en el AT y en el NT representaba la virtud, la disposición, el carácter, actitud, la naturaleza
entera de la persona, así como la expresión de su forma de ser.
La gloria, el nombre y el ser de Dios están íntimamente relacionados en las Escrituras, un ejemplo de esto lo encontramos en Éxodo 33:18. Allí Moisés hace una petición al Señor: "Te ruego que me muestres tu gloria", ¿qué deseaba ver Moisés?, él deseaba ver la gloria de Dios. Y el Señor le responde en el v.19: te daré a conocer mi nombre. Más adelante, en el cap. 34:5, leemos que el Señor descendió en una nube y se puso junto a Moisés, luego Dios le dio a conocer su nombre pasando delante de Moisés, y proclamando: El Señor, el Señor, Dios clemente, compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado… Observamos que en estos versículos se usan las palabras nombre y gloria en forma indistinta.
Este es un ejemplo claro del significado del término. El Señor da a conocer Su nombre a Moisés, ¿cómo lo hace? revelando los atributos y las características de su Ser. Entonces, el nombre de Dios representa el conjunto de sus atributos, su naturaleza, su esencia y sus motivaciones. Su nombre representa todo lo que Él es. Santificar su nombre no se refiere a las letras o la palabra Dios, sino santificar su SER en su totalidad y plenitud.
El Salmo
9:10, dice: “En ti confían los que conocen tu nombre…”. El Salmo 20:7 dice, “ellos confían en sus
carros de guerra, aquellos confían en sus caballos, pero nosotros confiamos en
el nombre del Señor, nuestro Dios”. Sólo aquellos a quienes les ha sido revelado el
carácter de Dios son los que los que confían en Él.
Pero el versículo clave para comprender el significado del nombre está en Juan 17:6. En este versículo Jesús le dice al Padre: “he manifestado tu nombre a los hombres que tú me has dado”, otra versión dice: “A los que me diste del mundo les he revelado quién eres”. Sólo a través de Jesucristo podemos conocer a Dios, él es el medio, el puente, el camino, la verdad. Jesús encarna el Nombre, el ser de Dios, Él es la manifestación, la revelación humana de todo lo que Dios es, por eso Jesús le dice a Felipe en Jn. 14:9:
¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre”?
Por consiguiente, el nombre de Dios no sólo implica el reconocimiento de su ser, atributos y su carácter, sino también de su autoridad, rango, majestad, poder, y excelencia majestuosa.
La expresión santificado sea tu nombre nos enseña
una forma de acercarnos a Dios continuamente, pues nos permite meditar acerca
de las características reveladas del ser extraordinario de nuestro Dios. La prioridad de Él es que
su nombre sea santificado por todos aquellos que le invocan. Esta ha de ser nuestra
primera petición.
El gozo del Padre sea su fortaleza siempre…!
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